MT26. Nota sobre el martiano Gramsci y
el gramsciano Martí.
Guillermo Castro H.
En sus notas sobre Maquiavelo como
primer teórico de la política moderna, Gramsci hace una reflexión del mayor
interés sobre los vínculos entre la socialidad y la eficacia histórica de los
partidos políticos.[1] Así, tras preguntarse en
qué consiste la elaboración de la historia de un partido político, señala lo
siguiente:
¿Será la mera narración de la vida
interna de una organización política? ¿Cómo nace, los primeros grupos que lo
constituyen, las polémicas ideológicas a través de las cuales se forma su
programa y su concepción del mundo y de la vida? En ese caso se trataría de la
historia de grupos restringidos de intelectuales y a veces de la biografía
política de un individuo aislado. El marco del cuadro, por lo tanto, tendrá que
ser más amplio y global. Deberá hacerse la historia de una determinada masa de
hombres que habrá seguido a los promotores, los habrá apoyado con su confianza,
con su lealtad, con su disciplina, o los habrá criticado “realistamente”
dispersándose o permaneciendo pasivos frente a algunas iniciativas.
Y
enseguida procede a ampliar sus propias interrogantes de una manera
característica de su proceder en la reflexión teórica. Esa masa, se pregunta, ¿será
únicamente la de los afiliados al partido, cuya conformación y desarrollo puede
ser rastreada a partir de “los congresos, las votaciones, etcétera, o sea todo
el conjunto de actividades y de modos de existencia con que una masa partidaria
manifiesta su voluntad?” Al respecto, plantea enseguida:
Evidentemente
habrá que tener en cuenta el grupos social del que el partido es expresión y
parte más avanzada: la historia de un partido, pues, no podrá dejar de ser la
historia de un determinado grupo social. Pero este grupo no está aislado: tiene
amigos, afines, adversarios, enemigos. Sólo del complejo cuadro de todo el
conjunto social y estatal (y a menudo incluso con interferencias
internacionales) se desprenderá la historia de un determinado partido, por lo
que puede decirse que escribir la historia de un partido significa lo mismo que
escribir la historia general de un país desde el punto de vista monográfico,
para poner de relieve un aspecto característico.
A esto añade un criterio tan sencillo como el siguiente para que lo
anterior conduzca a un juicio de valor: “Un partido”, dice, “habrá tenido mayor
o menor significado y peso en la medida en que su particular actividad haya
pesado más o menos en la determinación de la historia de su país.” Y, al respecto,
señala que el modo de escribir la historia de un partido se corresponde con el
concepto que se tiene “de lo que es un partido o lo que debe ser.”:
El sectario se exaltará en los
detalles internos, que tendrán para él un significado esotérico y lo llenarán
de místico entusiasmo; el historiador, aun dando a cada cosa la importancia que
posee en el cuadro general, pondrá el acento sobre todo en la eficiencia real
del partido, en su fuerza determinante, positiva y negativa, en el haber
contribuido a crear un acontecimiento y también en el haber impedido que otros
acontecimientos se realizasen.
Valdrá la pena cotejar estas observaciones de
Gramsci con los documentos producidos por José Martí para el Partido
Revolucionario Cubano y con los artículo que dedicara a divulgar – justamente –
“su programa y su concepción del mundo y de la vida”. En ese cotejo, tendrá
especial importancia la idea fundamental de que el
Partido Revolucionario Cubano “es el pueblo cubano.”[2]
Los
textos fundamentales para ese cotejo figuran entre las páginas 279 y 486 del I
Tomo de la Obras Completas de Martí,
en la edición aquí citada. De entre esos textos, tienen especial relevancia,
por supuesto, los correspondientes a las Bases
y a los Estatutos Secretos del Partido
Revolucionario Cubano, y aquellos otros dedicados a la divulgación de la
concepción del mundo y de la vida que alentaba en la nueva organización. Pero
el conjunto es mayor y más complejo, pues incluye desde discursos hasta
correspondencia menuda, todo ello vinculado con el propósito mayor de construir
la autoridad moral, cultural y política – que es el modo martiano de definir lo
que Gramsci llamó la hegemonía – del Partido en la comunidad de los cubanos.
En la indagación acerca del contenido
histórico y la eficacia práctica de labor de organización y educación política,
será de gran utilidad lo afirmado por Gramsci en el sentido de que “la historia
de un partido, pues, no podrá dejar de ser la historia de un determinado grupo
social. Pero este grupo no está aislado: tiene amigos, afines, adversarios,
enemigos.” Al respecto, por ejemplo, cabrá preguntarse si una organización de
frente nacional como la gestada por el Partido Revolucionario Cubano no se
correspondía acaso con la visión y los intereses de un
determinado grupo social que buscaba estructurar en en torno a sí a
sus amigos y afines con el fin de aislar a sus adversarios – integristas,
autonomistas y anexionistas - desenmascarando su compromiso abierto o
vergonzante con la defensa del statu quo colonial cubano de fines del XIX?
Y, por otra parte, el
compromiso del Partido Revolucionario Cubano con la idea de alcanzar con la
independencia los medios necesarios para lograr el fin mayor de liberar a su
sociedad del legado terrible del colonialismo y proceder a la construcción de
una sociedad democrática en Cuba, ¿no expresa acaso con singular claridad la
voluntad de contribuir a crear un acontecimiento histórico de nuevo tipo, e
impedir que se prolongaran en la República los males de la colonia? De allí,
sin duda, aquella reflexión sobre los modos de ser de la política, de tan
singular contemporaneidad, en la que Martí nos explica que
Cuando la política tiene
por objeto cambiar de mera forma un país, sin cambiar las condiciones de
injusticia en que padecen sus habitantes; cuando la política tiene por objeto,
bajo nombres de libertad, el reemplazo en el poder de los autoritarios
arrellanados por los autoritarios hambrientos, el deber del hombre honrado o
será nunca, ni aun con esa excusa, el de echarse a un lado de la política, para
dejar que sus parásitos la gangrenen. Es la casa en que vive lo que le
gangrenan y ha de entrar en ella para purificarla. Cuando la política tiene por
objeto poner en condiciones de vida a un número de hombres a quienes un estado
inicuo de gobierno priva de los medios de aspirar por el trabajo y el decoro a
la felicidad, falta al deber de hombre quien se niega a pelear por la política
que tiene por objeto poner a un número de hombres en condición de ser felices
por el trabajo y el decoro.[3]
Hay, sin duda, singulares afinidades
entre Martí y Gramsci, que sólo pueden ser explicadas en el marco del moderno
sistema mundial, donde ambos se vinculan a sociedades periféricas o
semiperiféricas, como la cubana y la italiana de sus respectivos tiempos. Esto
nos presenta un vasto terreno pendiente de indagación histórica y política, que
no podrá llevarse a cabo a partir de la lectura de América Latina desde Marx o
del propio Gramsci, sino de la lectura inversa, de ambos desde nuestra región.
No sólo se trata de que el gracejo relativo
al MT26 – esto es, a un marxismo de la tendencia 26 de julio, que busca
resaltar la originalidad de la práctica revolucionaria cubana a partir del
asalto al Cuarte Moncada en 1953 y hasta por lo menos los primeros años de la
década de 1970, con importantes persistencias que animan la reforma política en
curso en ese país – deje así de referirse a una característica meramente
cultural, para pasar a ser un referente histórico concreto, en su potencial
como en sus limitaciones. Además, y sobre todo, se trata de recuperar los
medios que demanda la construcción de un futuro que deje de ser, finalmente,
imaginado como la mera culminación de pasados ya cancelados, para convertirse
de una vez por todas en la transformación del Nuevo Mundo de ayer apenas en el
Mundo Nuevo que nuestro presente reclama ya.
Panamá,
junio 29, 2013
[1] Gramsci, Antonio,
1999: Cuadernos de la Cárcel. Edición crítica del Instituto
Gramsci. Ediciones ERA, México. Notas breves sobre la política de
Maquiavelo. V, 74 - 75.
[2] Obras
Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. I, 366: “El
Partido Revolucionario Cubano” [Patria,
Nueva York, 3 de abril de 1892].
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